Mauritania.
Categorías:
Reflexivo (Supuestos) y Corto (Dimensiones).
Este cuento pertenece al libro: Fenómenos del poblado.
Un país de África bastante desértico, ese es el lugar original del que deriva el nombre, así que no hay relación alguna con el pequeño campamento homónimo.
Situado a la orilla de un río muy grande, se encuentra la zona vacacional y de entretenimiento Mauritania. Ahí la gente entra en un retiro espiritual junto con la naturaleza. Estando a escasos pasos del agua, de hecho, están tan cerca que en las noches no se puede dormir tranquilo con el traquetear de la corriente contra las rocas.
Pequeños dormitorios, algunos comunales, forman las viviendas temporales de este centro. Formados de madera con puertas del mismo material, bastante simples y rústicos. Algunos de ellos cuentan con un jardín trasero que da directo al cuerpo de agua, pero bordeados con tablones semipodridos incrustados en las rocas. Estaban en época de lluvias, así que el nivel ribereño subía un poco, impidiendo ver la base de las estacas.
Todo el recinto cuenta con un poco más de diez de estas cabañitas unidas entre sí, formando una especie de vecindad.
Llegó al centro vacacional, le tocaba la de la esquina, las demás ya habían sido ocupadas por los otros viajantes del camión en el que venía. Se suponía que habían sido determinadas con anterioridad, pero la gente se mostraba perdida y se quedaban donde podía.
Fue a su dormitorio, era uno individual, enfrente estaba un espacio vacío que le permitía la entrada al suyo, al lado la corriente del río y a su derecha una cabaña con varias jóvenes entrando y eligiendo lugar donde dormir.
Acomodó sus pertenencias con tranquilidad, le gustaba mucho estar en la naturaleza y disfrutaba todavía más que le hubiera tocado una cabaña solitaria. Escuchaba el golpear del agua en las piedras y un sonido apagado que seguro surgía al enfrentarse el líquido a la madera expandida.
Sus pensamientos se dispersaron cuando escuchó las risas de sus vecinas. Al parecer ya se habían terminado de acomodar y estaban haciendo una fiesta.
Salió al jardín trasero para ver el río. Mucha agua corriendo a gran velocidad. Un poco más allá del cercado se observaba un desnivel profundo, seguro la lluvia se había llevado el borde y por eso se cortaba de esa forma.
Sus vecinas también tenían un jardín, aunque un poco más pequeño y ahogado por la naturaleza. La corriente volcaba en la esquina de esa cabaña y regresaba a su cauce, pasando un poco por el jardín que él pisaba. De suerte que las construcciones tenían formas irregulares, de otra forma, el agua se las habría llevado hace tiempo.
Sonaron las bocinas, iba a comenzar el primer evento.
Salió de su habitación y se dirigió al centro, todavía vestía la misma ropa de su llegada. Los demás se fueron acomodando. Las últimas en llegar, fueron las jóvenes risueñas que habían interrumpido sus ideas hace rato.
Comenzaron un recorrido por la zona, saliendo del recinto fueron río arriba por un sendero. A contracorriente el sonido era muy fuerte y le costaba escuchar a los guías.
—Tenemos mucha fauna silvestre por aquí —iba diciendo uno de los encargados.
Se adelantó a algunos, cuidando de no resbalarse con las rocas mojadas y el musgo resplandeciente. Su calzado no era el mejor para ese lugar.
Cruzaron unos puentes, largo camino y estrechos pasajes entre grandes piedras. Todo era muy bonito y húmedo. Los hongos asomaban por todas partes.
Al final del camino, un precipicio a gran altura permitía ver toda la selva en su esplendor. Era un mirador natural con una sofocante atmosfera que impregnaba el interior. Unas nubes oscuras opacaban el sol, comenzaba a hacerse de tarde y la lluvia anunciaba su llegada.
Después de algunas fotos y tiempo libre en ese sitio, comenzó la precipitación, al inicio era muy leve, sin embargo, creció tan rápido que no le dio tiempo a nadie de reaccionar.
Como pudieron regresaron a gran velocidad y precaución al recinto. Todos llegaron mojados, pero riendo y felices.
Les dieron instrucciones, puesto que la lluvia sería pasajera, tenían unas horas para bañarse y cambiarse. La cena iba a ser comida corrida.
Totalmente empapado se metió al baño con agua calentita. Estuvo tentado a quedarse en ese lugar hasta la hora de salir.
Todavía se escuchaba la lluvia cayendo en el río, además de las carcajadas de las vecinas.
Cuando se estaba cambiando, sonó su puerta, como pudo se asomó y vio que se trataba de una de las de al lado.
—¿Disculpa, me puedo bañar en tu cabaña?, es que en la mía somos tres y mi amiga no sale.
—Claro, pasa, no hay problema.
Le daba vergüenza la joven, estaba mojada y sonrojada, al parecer había hecho una apuesta con sus compañeras y perdió, porque ellas se rieron cuando desapareció en su habitación.
Para evitar incomodidad con la joven, se terminó de cambiar en cuanto ella se encontraba en el baño.
Se acercó a la ventana que daba a su jardín, podía ver que estaba muy oscuro. Había algo más, una especie de roca que antes no había visto. Forzando su vista, pudo comprobar que se movía. Pegándose al cristal, como si eso le ayudara con la vista, vislumbró lo mejor que pudo.
¡Se trataba de un cocodrilo!, justo fuera del corral que delimitaba el espacio de la cabaña.
Casi sale para verlo debajo de la lluvia, seguro el animal no podía cruzar la valla y no se encontraría en peligro. Cuando se disponía a cruzar el umbral, escuchó la regadera, acordándose que la muchacha estaba tomando un baño y se podría enfermar, al igual que él si abría la puerta con esa tempestad en el exterior.
Decidió esperar viendo al majestuoso animal mojarse, con su trompa abierta, era como si se estuviera riendo ahí al lado del jardín de ellas, como si fuera parte de las turistas que disfrutan de ese ambiente húmedo y retorcido.
Le pareció curioso, el cocodrilo se le antojaba parte del entorno, similar a las jóvenes carcajeando de los mismos chistes, debajo de la lluvia, justo como la mujer que estaba en su baño.