Atracciones termales, leons y ñus.

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Es un pequeño sitio con aguas termales. No muy grande, con apenas dos albercas como para albergar a 20 personas cómodamente. Se encuentra en el patio de una casa rústica, al parecer ahí es donde habitan los cuidadores del recinto. La entrada es por el lateral de la construcción, del lado izquierdo, puesto que el derecho está cerrado al público. Desde la calle solo se puede ver una pendiente para ir a los atractivos hidrocálidos, la edificación y un vallado de protección que impide el acceso a los curiosos, después de eso solo hay campo abierto.


            No caben más de cinco autos en total, sabiéndolos acomodar claro está, por lo que la privacidad es casi garantizada. La afluencia es mínima y casi siempre son los mismos tipos de turistas los que llegan, familias con hijos pequeños que les gusta enlodarse, pues las instalaciones no están del todo construidas. Las albercas parecen casi totalmente naturales, con pequeños bordes de concreto para delimitarlas, pero con un fondo lodoso y natural.


            Al parecer son manantiales de aguas calientes que se están filtrando hacia un arroyo en donde se enfría el líquido y continúa su recorrido para desembocar en otros cuerpos acuosos. Cuando llueve mucho se pueden ver las corrientes resbalar por la pendiente y llegar directo a la tinaja cavada.


            Los días suelen pasar tranquilos en ese sitio, no se permite acampar ni visitar la zona en la noche, pues estará cerrada al público, solo accesible para los trabajadores que moran en la hacienda. Los demás turistas se pueden hospedar en algunas habitaciones del recinto, si es que tienen suerte de alcanzar alguna.


            Uno de aquellos que andaba perdido por el rumbo y desconocía la cultura local, decidió pasar la noche en ese sitio. En realidad, llegó por suerte, andaba de camino y encontró a una familia entrando a las atracciones, volteó a ver de que trataba y se introdujo para pasar un buen día de descanso.


            Lo que más le había gustado era ver el ocaso desde una posita con agua lo suficientemente caliente como para no sentir el frío que descendía desde la propiedad, además había una adecuada pendiente como para disfrutar de todo el horizonte, de la casa y el paisaje.


            Uno de los administradores se acercó a la familia y luego fue a la segunda alberca para indicarle que ya iban a cerrar. Por la buena imagen que tenía del lugar, preguntó si había algún sitio en donde hospedarse. El velador lo dudó un momento, pero le indicó lo que tenía que hacer.


            Se registró y le dieron una habitación en el piso superior con vista hacia las albercas. Era algo muy lindo poder disfrutar de los últimos rayos de sol.


            Cuando oscureció, salió para preguntar por algún sitio donde pudiera cenar. Los trabajadores estaban en una mesa, bajo la luz penumbrosa de una lámpara vieja, jugando cartas. Se mostraban humildes.


            —No, hijo, aquí no hay nada, tendrás que esperar a mañana.


            Desilusionado, preguntó por alguna tienda, pero la respuesta fue la misma, era un lugar solitario y no se encontraba nada de comida en el sitio.


            Uno de los trabajadores vio la hora, se levantó y los demás acomodaron las cartas boca abajo para continuar con su juego después.


            El turista se quedó sentado en un rincón, quería ver que sucedía, pero tampoco le parecía buena idea ser intrusivo.


            El trabajador regresó con una bolsa transparente, en el interior, una gran pierna de cordero, vaca o lo que fuera aquel animal. Se asomaba con sus fibras blancas grasosas y sus manchones de sangre.


            Totalmente incrédulo y sin pensarlo, además de ser extrovertido y solitario, preguntó curiosamente sobre aquella pieza.


            —Es para los animales. —Fue la sencilla respuesta que le dieron, no le prestaban la menor atención.


            Lo siguió con la mirada, el trabajador recorrió el recinto y pasó junto a él con rumbo a la salida que da a las albercas.


            —No vayas a salir, muchacho, puede ser peligroso.


            —¿Por qué? —preguntó.


            —Por los animales. —Los otros rieron.


            —¿Hay lobos?


            —No, para nada joven, son los leones. —Uno de ellos se dio cuenta de que era extranjero y no sabía ni que sucedía. Mientras los otros ocultaban sus risas, este le habló más seriamente.


            »Es que aquí es una zona protegida, de noche los soltamos para que puedan andar por su sitio natural y en el día los encerramos para que las personas puedan pasar a divertirse.


            ¿Entonces, es así como consiguen dinero para los leones?, la pregunta le pareció ridícula y no la mencionó, no porque no quisiera, sino que simplemente no pudo.


            —¿Quieres acompañarme?, creo que te gustará verlo —dijo aquel que estaba en la salida del recinto y sostenía la bolsa, que ahora estaba recargada en el piso y la puerta.


            —Sí, claro, ¿a dónde?


            Fueron los dos trabajadores que habían hablado con él y lo llevaron a otra salida, una lateral, no era la entrada principal del recinto por donde él había entrado, ni la trasera que daba a las albercas, sino una que estaba a la derecha de la construcción, directo a la zona cerrada al público.


            Abrieron la puerta, un olor a granja extraña le llegó a la nariz, por lo que tuvo que tapársela para no sentir más repugnancia. De frente, unas jaulas muy grandes, el sitio era increíblemente enorme y tenía muchas más albercas que la zona que había conocido. Era más inmenso ese lugar que los otros espacios juntos, tal vez abarcaba el triple de tamaño si se combinaban la edificación y la zona para turistas.


            A la lejanía se escuchaban los sonidos que parecían risas de hiena. También pudo vislumbrar unos leones acostados, en una de las albercas que le quedaba a la izquierda se encontraban unos cuernos asomando.


            —Esos son los ñus —dijo el más serio.


            —Creí que no había de estos animales en América.


            —Hay tantas cosas que uno no sabe —mencionó el de la bolsa mientras la subía a una repisa de metal, toda ensangrentada y sucia, pero no húmeda, se notaba que era usada en algunas ocasiones.


            —Estos pobres animales han sufrido mucho, pero podemos darles una vida más o menos digna en estas instalaciones.


            —¿No es ilegal?


            —¿No es inmoral? —replicó el que no llevaba la bolsa.


            Se dio cuenta de que tenía razón, a veces había que tomar acciones clandestinas para proteger a los animales que más lo necesitaban.


            —Tenemos el apoyo de la comunidad, casi todo es caridad y logramos mantenernos con las aguas termales.


            —Entiendo —dijo mientras veía el brillo en los ojos hambrientos de un león, se acercaba la hora de la cena.


            Los ñus gimieron dentro de su alberca, eran muchos. Salieron y se acurrucaron en unas zonas cortadas de cerro, protegiéndose del viento.


            —No es normal que anden en el agua a esta hora —dijo mientras sacaba el gran trozo de carne.


            —Tampoco lo es el hecho de mostrarle nuestro secreto a un extranjero. —Ambos rieron.


            No lo voltearon a ver, él seguía disfrutando del paisaje, eso era más especial que el atractivo que mostraban al público en general. No todo son aguas termales, también había leones y ñus.

   




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