Hotel.
Better.
—Sabes la respuesta —comenzó a decir Alberto—, o al menos, tú serás quién nos ayude a resolverlo. —Oscar lo tenía implícito, era algo tácito que se podía comprender fácilmente, al menos para aquellos que sabían del tema y lo conocían en el mundo donde los Virtus dominaban. Ahora era él quien tenía una mirada distante, empezó a aceptar su nuevo entorno.
—Fue una pregunta retórica, ¿no es así cómo se le decía anteriormente?
—Al igual que la que me acabas de hacer ahora.
A partir de ese momento dejaron de ser Virtus, se había terminado su periodo, comenzaban la inmersión completa al mundo de las personas, de los seres contemporáneos.
—Alberto, ¿me enseñarás a conducir también?
—Claro que sí amigo, pero primero tienes que comenzar tu vida, yo ya tengo la mía, nos veremos de vez en cuando, puedes visitarme cuando quieras, me quedaré unos días contigo en lo que te acoplas al ritmo de este pequeño espacio pintoresco.
—A todo esto, ¿a dónde vamos?
—Es un pequeño sitio turístico, está a orillas de un pequeño pueblo pesquero. Muy bonito todo, ya verás. Está rodeado de montañas escarpadas, es una zona minera, por eso verás que los edificios parecen estar incrustados en las paredes de la naturaleza.
—¿Dónde nos quedaremos? —Otro auto pasó junto a ellos.
—Por unos días estaremos en el hotel, es único en su clase, de hecho, no hay otro en la zona, sino que el más próximo está en el pueblo.
—Antes dijiste que era una zona turística, ¿qué hay de interesante aquí?
—Aquí vienen las personas de varias partes a celebrar distintas festividades, hay locales que cambian de acuerdo con la estación, en estos momentos están enfocados a juegos de miedo y demás por el estilo; pero no es lo único, también está el supermercado más grande de todo este territorio, venden casi de todo y siempre está abierto.
Ya estaba completamente oscuro fuera del auto. Oscar metió las manos a las bolsas y notó que no tenía nada.
—¿Tienes para el hotel? No traigo dinero, celular o credenciales, estoy vacío.
—No te preocupes por eso, si no tienes dinero, siempre te puedo prestar. No tendrás problemas económicos.
—Me alegra, muchas gracias, ¿me acompañarás a comprar lo necesario para pasar esta noche?
—¡Claro que sí!, para eso están los amigos.
—Muchas gracias, Alberto, espero algún día te pueda retribuir por todo lo que me estas ayudando.
—No hay problema, si tuviera problemas, sé que me ayudarías.
—Es cierto.
Lo poco que se alcanzaba a ver del camino no era superior a diez metros, hasta donde llegaban las luces del auto, no había pizca de los paisajes vastos que hace no mucho había apreciado.
Pasaron junto a un letrero, con esfuerzo alcanzó a ver que era una señal direccional, indicaba que a la derecha estaba la zona turística llamada «Vía de las Festividades». Vamos llegando pensó Oscar mientras el auto aminoraba la velocidad para entrar a un camino secundario que parecía esconderse entre las montañas, debe de estar en lo profundo de un cañón.
—¿Qué te gustaría cenar? —Alberto interrumpió los pensamientos de Oscar—. Podemos ir primero a registrarnos al hotel, cada quién en su habitación, ya lo conocerás, es muy bonito, su propio nombre hace gala de lo que es.
—¿Cómo se llama? — Oscar pensaba en el tamaño que podría tener aquel hotel, al parecer escondido en medio de las barrancas a cada lado del camino, se le empezaba a hacer muy largo el camino desde que entraron en la carretera secundaria. Otro auto en sentido contrario, siempre se los encontraban en un sentido, no les había tocado encontrar otro que viajara en su misma dirección.
—«Better», el nombre está en inglés, significa «lo mejor», y pues tiene razón, es lo mejor de toda la región. —Es curioso, analizó Oscar, ¿por qué tendría un nombre en otro idioma? ¿Qué no les gusta su propio lenguaje español?, tan hermoso que es nuestro léxico.
—¿Es muy grande el hotel? —dijo sin mucho entusiasmo.
—Sí, tiene varios pisos y es muy largo, está dentro de una especie de cráter natural, o de una gruta, no recuerdo bien su historia. Me he quedado unas cuantas noches ahí, ya tengo mi habitación, solo falta la tuya.
Finalmente el camino llegaba a algún lado, se lograba percibir un edificio pegado a un escarpado del lado izquierdo, una puerta muy grande y una fachada color blanco, aunque manchada de tierra y suciedad, fuera había varios letreros ya viejos pintados en la pared, unas llantas viejas arrumbadas a los alrededores próximos, también un letrero que salía de un grupo de ellas, era un letrero simple, con un palo parecido al de una escoba, con una especie de mensaje en un cartón, la leyenda estaba escrita manualmente y decía lo mismo que en la fachada: «Vulcanizadora». Se trataba de un negocio para reparar llantas, buena idea, porque para salir de este lugar es necesario hacerlo en vehículo, a menos que las personas quisieran ir por tramos sinuosos y angostos por veinte minutos, peligrando que un auto les pegue. Aunque el negocio se veía rústico y descuidado, era algo esencial para las necesidades del lugar, pues la mayoría, sino es que todos, tendrían que llegar en vehículos. ¿También sería un taller mecánico o solo arreglarían llantas?
Junto a ese negocio, del lado derecho, había unos puestos, parecían simples, hechos de manera apresurada y sin medir en precauciones, se veían tan endebles y muy sensibles, hechos para ser removidos rápidamente, al igual que para armarlos a gran velocidad, seguro serían los negocios temporales. No importaba que se vieran muy provisorios, todos estaban bien iluminados, tenían mucha vida, llenos de música, ruido y aparatos en movimiento, eran una atracción turística en toda regla. Oscar pensó que así es como se verían los puestos de ferias, los de hace varios cientos de años, estaba bien logrado ese detalle, punto a favor para los creadores del juego. ¿Podría él trabajar en uno de esos puestos?
Eran más de cincuenta puestos consecutivos, no muy grandes, algunos llegaban a ser muy pequeños, mientras que los mayores no superaban el tamaño de la vulcanizadora, seguro recorrería todos esos puestos en menos de una hora, deteniéndose poco tiempo en cada uno de ellos.
Lo que no veía era el hotel, se suponía que el tal «Better» debería ser algo excepcional, según lo que le había explicado Alberto, pero solo veía puestos, no había ni rastros de un edificio gigantesco y sumamente elegante. ¿Había dicho que estaba incrustado en una gruta? ¿Dónde estaba el negocio de ventas diversas, como lo llamaban las personas, el supermercado?
Se dio cuenta de que todo el tiempo había estado viendo hacia el lado izquierdo, rumbo al que estaba sentado Alberto, hasta que el vehículo giró repentinamente en sentido contrario al que su vista se enfocaba. Ahí estaba, un estacionamiento subterráneo muy grande, pero era todavía superior el frente del hotel, tan grande que alcanzaba el punto más alto del escarpado, toda la pared era parte del edificio, sin embargo, el techo permanecía oculto bajo una capa de tierra, rocas y vegetación, se podría decir que hasta había unos árboles, pero Oscar no los pudo distinguir bien, estaba oscuro allá arriba, a pesar de todas las luces del camino, los puestos y las habitaciones del mismo hotel, no solo estaba eso, sino que iba en movimiento el auto y en un momento ya estaban bajo suelo, en un estacionamiento sumamente denso, con muchos autos estacionados en varias partes, distintos niveles, todo tan silencioso que el sonido de las llantas chirriaba y hacía eco cuando daba una vuelta. Bajaron dos pisos más, a pesar del inmenso tamaño de cada uno, no había espacio, había muchos vehículos y ninguna persona. Finalmente se estacionaron en un pequeño cajón cercano al elevador, un pequeño cuarto de cristal en el centro de cada nivel, dentro una caja metálica con varios botones; no fue difícil divisarlo, todo está muy bien iluminado.
Oscar se puso nervioso y muy emocionado, por fin iba a avanzar en este nuevo mundo, daría sus primeros pasos. ¿Cómo se sentirá caminar en el videojuego? ¿Qué nivel de realismo tendrá implementado? Hasta ahora había sentido las luces, distancias y detalles finos muy exactos, pero todavía le hacía falta notar la brisa del viento, lo duro del piso o hasta el contacto con otra persona.
—Hemos llegado —lo interrumpió súbitamente Alberto—, acompáñame, vamos al vestíbulo para registrarte y luego nos seguimos al super para comprar algo de comer, allí también puedes probar algo preparado, dentro hay pequeños locales de restaurantes.
—Sí, gracias, no tengo mucha hambre, pero me apetece conocer el rumbo. —Recordaba lo que se sentía estar sentado en ese asiento tan incómodo, desde un principio lo había notado y no le había prestado la mayor atención, solo se dijo que no eran tan ergonómicos como lo son los de su tiempo.
El piso se sentía normal, exageradamente simple, aunque el calzado se sentía extraño, era distinto al que solía usar, al igual que la ropa, por eso no se terminaba de sentir como en casa, era lo único que le indicaba que no pertenecía a ese mundo. Dejando a un lado esto, si fuera una persona de esa época y bajara de ese auto sin saber que es un videojuego, seguramente no sabría que habita una simulación.
—En realidad, cualquiera de los dos botones funciona de la misma manera. —Abrió una puerta de cristal que daba acceso al compartimiento del elevador, visto mejor, son cuatro cajas metálicas con un letrero digital en la parte superior, que indica el nivel en que se encuentra. Que tecnología tan primitiva pensó Oscar recordando su vieja silla mecedora—. Este de aquí —dijo mientras señalaba uno con una especie de flecha hacia arriba—, es por si quieres subir, aunque da lo mismo, puedes presionar el de abajo y también se te abrirá cualquiera de las puertas del elevador. —Señaló las otras tres cajas metálicas.
»Incluso puedes presionar los botones de los otros ascensores y se abrirá el primero que llegue a tu piso, es algo divertido, apostar para saber cuál será el ganador. —Sonrió como un niño en el cuerpo de un adulto y presionó el teclado superior del primero, el que estaba más cercano al auto que acababan de desocupar.
»¿Ves esos números allá arriba?, pues son los pisos. A veces cuando hay mucha gente en el hotel y todos los elevadores están ocupados, puedes ver como se mueven los números hacia arriba y hacia abajo. —En eso el tercer elevador comenzó a disminuir la numeración del piso—. Una vez estaba seguro de que ese —señaló al segundo de izquierda a derecha— le iba a ganar al siguiente, ambos iban bajando a toda velocidad, yo estaba en el quinto nivel inferior del estacionamiento, el segundo estaba en el cuarto piso y el tercero apenas había alcanzado el séptimo. —El elevador siguió bajando, casi alcanzaba el vestíbulo—. Pero este travieso se detuvo en el primer nivel del estacionamiento y al final me subí al tercero. Esa vez perdí, es muy emocionante, creo que uno se puede entretener fácilmente con cualquier actividad, por muy simple que sea. —El que estaban esperando llegó, se abrieron las puertas con un pitido que venía del interior. Ambos entraron.