Supermercado.
Un baile.
A pesar de que el supermercado era inmenso, tenían la sensación de haberlo recorrido todo. Regresaron al área de termos, cada uno veía los que más les gustaban. Alberto inmerso en las obras arquitectónicas, las grandes ciudades y construcciones inmensas de la época; Adriana contemplaba los paisajes, especialmente los que eran más azules, como el mar o las nubes de un claro; Oscar giraba los termos, le gustaba la sensación del frío del metal, el ruido que hacía al chocar entre ellos, el reflejo de su interior y todos los detalles finos que eran exactos a los del mundo material.
Tomaron el que más les gustaba. Alberto llevó entre las manos uno de un museo con el fondo negro; Adriana una playa con una simple palmera y un coco en la arena; y Oscar un termo completamente café claro, a pesar de inspeccionar tantos detalles, eligió uno sumamente simple.
—¿Saben que hubiera estado bien en los tiempos pasados? —interrogó Oscar—. Un mapa donde las personas pudieran saber en donde están dentro del supermercado, usando el simple dispositivo móvil, pudieran hallar lo que quieran, saber cuántos artículos hay en tiempo real y poder tomarlos sin preocupaciones. La gente se ahorraría mucho tiempo, ¿no creen? —Alberto asintió, Adriana estaba dubitativa.
»Me estoy adelantando, eso ocurrió hasta después de unos cientos de años, a veces olvido que hablamos de hace dos mil años, cuando apenas comenzaban los Virtus.
—Eso es cierto mi estimado. —Alberto estaba jugando con su termo, movía los dedos haciendo una melodía apenas perceptible.
—Oscar, deberíamos de hacernos una historia aquí, ¿no? —Adriana posó una mano en el hombro de él—. Con todo lo que dices me entra nostalgia del futuro y me hace sentir triste.
—Para eso estamos aquí reunidos, somos peregrinos temporales en un mundo virtual. —Oscar seguía confiado y disfrutaba apoyar a sus contemporáneos—. ¿Te parece bien si somos primos?
—¡Por supuesto que sí! —Adriana lo abrazó efusivamente, ahora eran primos.
—Yo puedo ser su amigo si lo desean, uno muy viejo y de muchos años que conoce el rumbo, ¿qué les parece? —dijo Alberto.
De los tres, él es el mayor en el mundo material, tiene sus hijos y disfruta estar con ellos. Se siente más cómodo siendo el amigo local que apoya a los extranjeros que van llegando a comenzar una nueva historia. Causándole cierta emoción que sean parientes ellos dos.
—Por mi está perfecto. Prima mía, mucho gusto. —Hizo una especie de reverencia que alguna vez había visto que se hacían a finales del siglo XX. Adriana le respondió imitando el mismo gesto, aunque más torpe.
»Y me alegra muchísimo que seas nuestro amigo local, contamos contigo para que nos enseñes toda la zona y nos presumas hasta el mínimo detalle del hotel. —Alberto se pasó la mano por los cabellos, lo pensó un momento y luego los abrazó, primero a Oscar, luego a Adriana y al final los tres estaban juntos en un solo gesto de amistad.
Cuando estaban llegando a una especie de cafetería en una de las esquinas del supermercado donde había una panadería cerca, por si se ofrece con el café, claro está, vieron a una persona que estaba sola. Alberto conocía a algunas, era el que tenía más tiempo de los tres en el juego, había hablado con Laura y con otras cuantas personas. Adriana sabía cómo lucía Alberto antes de conocerlo, pues conocía como estaba creado su personaje en el mundo material. Para Oscar, todos eran nuevos, pero fue él quien se percató de otro usuario, no de una persona programada, sino de alguien del futuro.
—Hola, ¿eres nuevo por aquí? —Saludó amablemente Oscar al desconocido, Alberto y Adriana no comprendían lo que planeaba hacer.
—Hola, muy buenas noches, estoy buscando vegetales. —Volteó a ver a Alberto y luego a Adriana—. ¿Y ustedes?
—Mucho gusto, buenas noches, soy Alberto. —Estiró la mano para estrechársela—. Oh, no te preocupes.
—Yo soy Manuel. —Juntó su mano con la de Alberto y la sacudió como antes se solía hacer en los saludos.
—Estábamos platicando y nos parece más factible ser nosotros mismos, si queremos podemos aparentar ser como las personas. Ya que somos más permisivos y buscamos el bien para todos, sin importar que tan diferentes sean, creemos que es mejor que eso se extrapole en esta realidad. —Oscar le argumentaba lo que habían conseguido durante su breve estadía en el supermercado.
—¿En serio?, oh, me da mucho gusto. —Suspiró aliviado Manuel—. Tengo aquí un par de horas, estaba tratando de comprobar que no hubiera errores de ningún tipo, me gusta siempre comprobar que todo esté en orden, no podría soportar que ocurriera un error garrafal en este juego. La física de los tomates era la más complicada de todas las frutas, nuestro equipo todavía está debatiendo si es por ser la fruta más empleada en las comidas o porque siempre es verde y casi no varía.
—Hablas de los famosos gusanos, ¿no es así? —Oscar tenía la iniciativa—. Hace mucho tiempo los idiomas se mezclaban, a los gusanos los llamaban en inglés, así como el hotel, les decían bugs. Esos eran muy comunes en los inicios de la era virtual.
—No creo que pudiera soportar un error de esos —intervino finalmente Adriana—, no me sentiría para nada agusto si estuviera pintando mi lienzo y viera como la línea que dibujo aparece en un lugar que no corresponde… por cierto, mucho gusto, soy Adriana. —Se estrecharon también las manos. Luego Manuel se volvió hacia Oscar y repitió la actividad con él, era el único que le faltaba por saludar de contacto.
—Esa es mi misión aquí. —Manuel, que no traía carrito, señaló hacia las frutas y verduras—. Me encargo del orden, todo debe de ser perfecto.
—Nos llevaremos muy bien tú y yo. —Alberto le rodeó la espalda con el brazo, a la altura de los hombros—. ¿Has ido ya al hotel?
—No, todavía no he ido, solo he estado dando vueltas por el mercado, comprobando que no exista la mínima falla. —En cierto sentido se parecía también a Oscar, uno comprobaba que fuera fiel su especialidad, uno en los mínimos detalles físicos y otro en los psicológicos.
—Nosotros estábamos yendo por un café, ¿gustas ir? —Oscar le mostró su termo, Alberto hizo lo mismo y Adriana posó con el suyo para presumirlo.
—Oh, sí, ¿por qué no?... disculpa, ¿cómo sabían que yo no era…?, ya saben, una persona, ¿qué me delató? —Adriana volteó a ver a Oscar, ese era tema para él.
—No te preocupes, no hiciste nada mal —comenzó Oscar—. En realidad, fueron detalles sublimes, casi imperceptibles. Si hubieras estado realmente en el siglo XXI, la gente te hubiera visto como sospechoso y un poco raro. —Manuel tenía cara de que no comprendía.
»Te explico. Andabas solo, sin carrito, viendo los artículos con mucho detalle, como si estuvieras estudiándolos. La gente de esos tiempos no podía hacer eso, parecía que estaban planeando algo en contra de los demás, para mi gusto es algo absurdo. —Adriana asintió, pensaba lo mismo.
»Antes las personas no podían estar solas inspeccionando los artículos porque ya eran sospechosas de estar haciendo una estrategia con fines mal intencionados.
—Lo siento, me cuesta seguirte…
—Es mi culpa, yo te pido disculpas. Me explicaré mejor. Noté que eras un Virtus porque tu actuar era ligeramente distinto al de las personas usuales de esta época.
—Te hubieras integrado a nuestro equipo de trabajo. Supongo que eres más efectivo como probador de la versión preliminar. Me alegra que estés aquí.
—A todos nos agrada que estés con nosotros —siguió Adriana.
—En realidad, es muy extraño que entre Virtus haya problemas, eso no ocurre con nosotros. ¿Se imaginan realmente pertenecer a este momento de la historia? —Ninguno de los tres lo sabía realmente, eso de la psicología de los antiguos era la especialidad de Oscar.
—A mí no me gustaría la verdad —dijo Adriana—, me sentiría muy sola.
—Si yo estuviera en este tiempo de verdad, buscaría a Adriana, para que no seamos dos los que nos sintamos solos. —Alberto estaba sonriendo.
—Me han hecho pensar. —Manuel se dirigió a Oscar—. ¿La gente antes se sentía muy sola? No creo que solo nosotros nos pudiéramos sentir así.
—Estás en lo correcto, Manuel. —Oscar tenía un gesto de placer y tristeza al mismo tiempo.
Hubo un silencio entre todos, se notaba un ambiente triste. Las personas seguían pasando en sus rutinas como si nada pasara, dando vueltas por los pasillos, platicando entre ellos, tomando objetos… haciendo su vida sin importarles lo que sucedía con estos cuatro personajes ensimismados sin moverse.
—Han creado el ambiente muy bien —rompió el silencio Oscar—. Realmente me siento como si estuviera en el pasado, antes la gente era más egoísta, veían al prójimo sufrir y continuaban con sus vidas fingiendo que nada pasaba. Muy pocos eran los que voluntariamente buscaban ayudar… y eso era un peligro en realidad. —Adriana hizo gesto de sorpresa—. Porque había personas que fingían tener un problema para poder dañar a las buenas personas y conseguir un bien propio a costa de terceros. —Alberto perdió su sonrisa, volteó al piso. Manuel se veía incómodo.
»Lo siento, eran momentos muy difíciles para nosotros, les puede parecer raro, pero aquí es donde comenzaron los Virtus, donde comienza nuestra historia… —Oscar dejó la frase incompleta, para que ellos pudieran recrear en su imaginación el origen de su especie. Un momento de esperanza para lo que alguna vez fue la humanidad.
»Venga, hemos logrado superar este cambio trascendental. Los humanos lo lograron hace miles de años, antes todo era peor.
»Esto que sucedió era una crisis necesaria para mejorar la especie. Ahora hemos cumplido el sueño de la humanidad… permítanme que les cuente buenas historias de los tiempos ancestrales en los que nos encontramos, pero primero, vamos por un termo para que Manuel tome café con nosotros.
—No será necesario, prefiero un vaso desechable, quiero sentir que dicho utensilio esté correctamente implementado, ya saben, la sensación térmica, los fluidos, la composición y todo lo demás. —Manuel se estaba recuperando de lo que había dicho Oscar.
—Perfecto, vamos entonces por un café. —Alberto estaba más alegre, quería saber cuál era la parte positiva del tiempo en el que se encontraban.
—Cuéntanos, Oscar, ¿qué hemos logrado que los antiguos solo podían soñar? —Adriana tenía una mirada nostálgica.
—Compañeros y muy queridos amigos míos. —Se notaba la emoción en Oscar—. Hace más de mil años, las personas soñaban con poder crear un videojuego tan especializado como en el que nos encontramos hoy en día.
»Caminemos, podemos seguir platicando mientras nos servimos café. Como les decía. —Después de una breve pausa, siguió con su relato.
»Los antiguos tenían la esperanza y hacían lo que se llamaban series, películas y otros trabajos de entretenimiento teledirigido; donde las personas de esa época habían logrado crear una segunda realidad indistinguible de la que ellos habitaban, con suma perfección superior a la que hemos logrado.
»Incluso se atrevían a ejemplificar que habían sido capaces de copiar la conciencia de ellos mismos en medios electrónicos, generando así una especie de inmortalidad virtual. —Todos se mostraban interesados, esos temas ya no eran comunes en el tiempo del que venían—. Y ahí no quedaba todo, eran tan ambiciosos que sugerían la idea de que no podían distinguir el mundo virtual del real.
»Se crearon diversas ramas que ideaban que toda la realidad era una especie de simulación perfecta y que era imposible distinguirla de otra dimensión existencial…
—Perdona que te interrumpa —dijo Adriana—. Suena muy bonito y utópico todo lo que cuentas, pero, ¿cómo es posible que una persona no se pueda dar cuenta de la realidad y del mundo virtual?, no lo entiendo.
—Antes no era tan fácil distinguir lo ficticio de lo material. Estoy hablando del principio del espacio virtual, cuando apenas se comenzaba con este tipo de tecnología y la imaginación de las personas se expandía en todas las posibilidades que pudieran. —Oscar suspiró.
»Recuerden que antes, a las personas, les costaba trabajo distinguir los sueños del mundo material. Hace más de cuatro mil años tenían la idea de que los sueños eran otra realidad, eso se fue extinguiendo, pero ayudó a fortalecer la idea de que el mundo virtual es otra realidad. No sé si me expliqué bien.
—Creo que te entiendo —Alberto habló súbitamente—. Es muy similar a la evolución de las construcciones. Hace más de diez mil años las edificaciones eran muy simples, pero con alto grado tecnológico mecánico, luego vinieron las cuestiones electrónicas y se fueron eliminando los detalles simples con el tiempo.
—¿No había forma de que las personas pudieran distinguir un sueño de la realidad? —Manuel se había quedado con la duda.
—A pesar de ser los animales más inteligentes, tenían muchas deficiencias, no tenían estrategias para poder identificar las cuestiones mentales de las materiales.
—Si fuéramos personas realmente. —Estaba reflexionando Adriana—. ¿Qué podríamos hacer para saber si estamos en una simulación o en la vida real?
—Eso es muy fácil para nosotros, tenemos estrategias mentales que nos ayudan en eso, pero las personas no contaban con estas capacidades. —Después de meditarlo un momento, Oscar agregó.
»Ya sé que podemos hacer. Si todo es tan excesivamente realista en cada detalle físico que no podemos saber si estamos en otra realidad o en la verdad material, la cuestión es siempre psicológica, podemos hacer algo que en esos tiempos sería imposible siquiera de idear.
»Comprobar cómo actúan las personas en los alrededores, teniendo el conocimiento de la forma de comportarse de la gente que nos rodea, se puede determinar con exactitud los fallos de la realidad.
—¿Eso qué significa? —Adriana lo interrumpió.
—Antes las personas tenían que comportarse de acuerdo con el lugar en el que se encontraban. Si actuaban de manera distinta, eran sospechosos de algo y podían correr peligro. Eso no es así en nuestros tiempos. ¿Vieron cómo las personas siguen con sus actividades, aunque nosotros nos hayamos quedado quietos y cabizbajos? Nadie se nos acercó a ayudarnos y siempre fingían seguir como si nada ocurriera, algo imposible en la civilización de la que venimos. Así de fácil nos damos cuenta de que no es nuestro espacio natural.
—Te sigo, ahora lo entiendo mejor. —Adriana se mostraba más emocionada.
—Mi querido amigo, en estos momentos estamos quietos. ¿Se habían percatado de que estamos a unos pasos de la cafetería y no hemos llegado? —Alberto tenía razón, no se habían dado cuenta de que otra vez dejaron de avanzar.
—Antes de que sigamos nuestro camino, me gustaría proponer un ejercicio solo por diversión. —Oscar se dirigía a Adriana, era la más interesada en el tema.
»Supongamos que fuéramos personas, que nos fuimos a dormir y que estamos en un supermercado macro realista sin saber si es un sueño o la realidad, que todo se ve y se siente tan perfecto. —Volteó a ver a Manuel, tenía una sonrisa orgullosa, al igual que Alberto—. Que es imposible diferenciarlo del mundo natural.
»Lo que podemos hacer es salir de lo común, actuar como lo haríamos en un sueño. —Estiró las manos hacia Adriana y ella se las tomó sin saber bien lo que sucedería.
Por unos momentos todo fue muy diferente, era una escena totalmente fantasiosa para las personas de la época, algo imposible de ver en la realidad, lo único que ayudaba a diferenciarla del mundo natural. Alberto recargado del carrito, unos pasos delante de todos. Manuel más atrás, contemplándolos con simpatía, pero sin participar. Mientras Oscar y Adriana bailaban alegremente a un ritmo imaginario sin importarles lo que sucedía a su alrededor, fingiendo ser dos almas del siglo XXI que se comportan sin ninguna preocupación, sabiendo que pueden ser felices con los más mínimos detalles, como un simple baile en medio de un pasillo de un supermercado, disfrutando del momento, disfrutando de la vida.